Todas las mañanas que escucho este anuncio en la radio me hace pensar. Siempre les preguntamos o les preguntan a nuestros hijos qué quieren ser de mayores. El anuncio nos propone investigar otra cuestión: ¿cómo quieres ser de mayor?
Si nos lo preguntasen a nosotros cómo queremos que sean nuestros hijos probablemente lo tengamos clarísimo. Incluso si tenemos más de un hijo, nuestras respuestas podrían tener matices distintos para cada uno de ellos, puesto que ya conocemos sus limitaciones.
¿Y si se lo preguntasemos a ellos?
Hoy en día priorizamos en nuestros hijos el áfan por el estudio para que en el futuro sean unos profesionales de renombre. Intentamos descubrir sus talentos para orientarles en la rama de estudios más adecuada y en su elección profesional para que sepan escoger aquello que esté a la altura de sus capacidades.
Tenemos claro que debemos insistirle en el valor de la formación, del trabajo y del esfuerzo.
¿Pero sabemos transmitirles que el centro de su vida va a ser su familia? ¿Sabemos comunicarles que lo más importante que van a hacer en su vida es la labor dentro de su familia, cómo esposos, padres o madres, si eligen ese camino?
Orientar a nuestros hijos sólo en lo profesional hace que tengamos una visión limitada del ser humano. Sabemos que tenemos que transmitirles que el trabajo dignifica al hombre, pero también enseñarles con nuestro ejemplo qué el trabajo es un medio, no un fin. Debemos, tanto los padres cómo las madres, realzar el trabajo de la mujer en casa, como una opción respetada y admirada, y no menospreciada y resignada, incluso, a veces por la propia mujer, que nuestros hijos deben valorar.
Nuestros hijos están viendo si le damos prioridad a una llamada del trabajo, quizás insignificante, o si mejor escuchamos la anécdota que ocurrió hoy en el cole. No podemos caer en la tentación de que el trabajo fuera de casa, hoy un privilegio, se convierta en muchas ocasiones en la excusa para escaquearnos de nuestros deberes familiares. ¡Mejor cantidad de tiempo, que tiempo de calidad!