lunes, 28 de febrero de 2011

Mamá, ¡las madres no hacen huelga!

Cuando uno es padre o madre por primera vez, una de las cosas que más le impresionan es que lo es para toda la vida. Incluso, a veces, cuando se acerca a su hijo mientras duerme, lo mira detenidamente, y le impresiona  la idea de que esa persona que esta ahí, en estos momentos dependa absolutamente de él.
Muchas matrimonios descartan la paternidad porque la consideran una responsabilidad que no está a su altura o que no están  dispuestos a asumir, o simplemente porque consideran que el mundo que les ofrece deja mucho que desear.
Sin ninguna duda, cuando a uno le llega la paternidad, puede haber entrenado el esfuerzo por ser mejor cada día, por diversos motivos: unos por puro humanismo, y otros porque tienen una visión trascendente  de la vida.
Pero cuando uno es padre incorpora una nueva dimensión de lucha en su vida. Y es la del ejemplo. Somos conscientes de que cualquier acción, omisión, error, palabra, comentario...está siendo archivada en el disco duro de nuestros hijos para un futuro procesamiento. Probablemente si nos parasemos a reflexionar, nos sorprenderíamos con nosotros mismos al observar la capacidad de renuncia que tiene uno cuando es padre y comprueba cómo anteriormente determinadas metas o objetivos que le suponían un calvario, ahora las hacen con la zurda. 
Y, sinceramente, lo del ejemplo ¡es agotador! Pero sabemos que ellos se merecen el esfuerzo. E implica que cada sugerencia, orden, orientación, o proyecto que le planteas a tu hijo lo vivas tú o simplemente te esfuerces en vivirlo, aunque a veces no lo consigas. Pero a ellos les basta con ver nuestra actitud de lucha. En la lucha hay algo seguro: la familia vivirá más unida y feliz en su empeño por mejorar, una mejora que terminará siendo contagiosa. Así estamos empezando a formar parte del futuro.
De hecho, con los años, nuestros hjos nos exigen esa coherencia de vida, y si fallamos, dejamos de ser punto de referencia para ellos, y puede darse un efecto muy peligroso, que es que tengamos miedo a nuestros hijos. Miedo a no poder preguntarles o orientarles en algo porque nos pueden echar en cara muchas cosas. Para evitarlo debemos ser comunicarivos y reconocer nuestros errores, por grandes que sean.
Muchas veces se me ha venido a la cabeza si podría hacer huelga de madre, y en ese caso:
 ¿Cuáles serían los servicios mínimos?¿ Despertarlos y acostarlos?
  ¿Qué reinvindicaría? Derecho a la obediencia ,derecho al orden,derecho a la fortaleza,  derecho a la sonrisa en vez del llanto...
 ¿Qué se leería en mi pancarta?¡¡¡Quiero que mis hijos sean felices, por lo tanto libres y responsables!!!
 ¿Quién haría de piquete informativo? Mi marido creo que no.

lunes, 21 de febrero de 2011

Mama, ¿por qué discutís?


¿Por qué discutís? ¿Os vais a separar? Estas pueden ser preguntas a las que nos podemos enfrentar en la relación con nuestros hijos. Hoy en día nuestros hijos conviven con la separación de matrimonios como una opción que esta ahí, y cualquier discusión mal llevada puede encenderles la señal de alarma. Y, sin ninguna duda, hay que abordar estas cuestiones.
En primer lugar nuestros hijos deben saber que sus padres, en determinados temas, pueden tener diferentes puntos de vista, y que por eso no se quieren menos ni están enfadados. Y una manera de concretarlo es pasarles la pelota y preguntarles cuántas veces han discutido con un hermano o un amigo para ponerse de acuerdo en qué jugar o qué película ver, y  eso  no significa que le quieran menos.
En cualquier caso, hay dos cosas por las que luchar que merecen la pena:  NO discutir delante de nuestros hijos sobre una diferencia de parecer ante un criterio educativo, aunque creamos que esta metiendo la pata hasta el fondo, o pensemos que se esta pasando...Aguantar el tirón y hablarlo después a solas.
Y en segundo lugar, cuando no  podamos evitar una discusión, pedir publicamente perdón , para que nuestros hijos vean que las diferencias entre nosotros no son irreconciliables. Y si consideramos que tenemos razón, siempre es bueno adelantarse al perdón. El perdón genera paz, nos libera a nosotros mismos y hace que ambos cónyuges salgan beneficiados. Hay que pensar que el perdón, aunque esta estrechamente unido a vivencias afectivas, no es un sentimiento, es un acto de voluntad que hay que desarrollar en nosotros mismos.
Un ejercicio, que es muy saludable para nuestros hijos y para nosotros,  es que alabemos delante de ellos,  a nuestro marido o a nuestra mujer, tanto a solas como delante del otro. Los hijos deben percibir la admiración que sentimos por el otro. Esta medida preventiva ayuda a que, a pesar de nuestro empeño por evitar las discusiones, cuando lleguen  las rebajas, nuestros hijos no duden del cariño y admiración que se tienen sus padres, y salgan menos perjudicados.

lunes, 14 de febrero de 2011

Mamá, ¡no me gusta!

Nuestros hijos desde los 2 años pueden ir probando los distintos tipos de comida para conocer los distintos sabores que nos ofrece la alimentación. Los pediatras afirman que entre los 4 y 5 años los niños deben estar acostumbrados a comer de todo.
El colegio no es el encargado de enseñar a comer a nuestros hijos. Tanto desde el punto de vista de una alimentación variada, como de los modales, no podemos delegar esta tarea a la escuela. Eso no significa que no podamos exigir en nuestros colegios una dieta equilibrada y el cumplimiento de determinadas normas de educación a la hora de comer.
Analizando esta cuestión nos damos cuenta de que la hora de comer puede ser una gran escuela dónde se pueden practicar muchas virtudes: orden, limpieza, fortaleza, sobriedad, obediencia..
Las comidas con nuestros hijos deben estar presididas por la tranquilidad y la calma. Muchas veces con áfan de liquidarlos, y que se quiten del medio, hacemos que nuestros hijos coman demasiado rápido, sin dar pie a la conversación, y sólo nos fijamos en sí está bien sentado, o si coge bien el tenedor.
Es verdad que a los padres nos genera mucha tensión que un hijo no coma. Los motivos pueden ser varios, aquí solo vamos a analizar los que responden a criterios educativos y no médicos.
Nuestro hijo puede no querer comer porque ha comido entre horas, porque no le gusta, o simplemente porque quiere llamar nuestra atención.
Para evitar el "no me gusta" o el "no puedo más" hay padres que utilizan diversas fórmulas que les funcionan.
Cuando introducimos un alimento nuevo que sea muy poco a poco, incluso por unidad. Si empieza a tomar fresas, que comience por una. En el caso de que no le guste, que siga tomando una, cuando estén previstas en el menú familiar . Es mejor eso que no tomarlas, y nunca sustituirlas por otro tipo de postre. No te gustan, pues tomas sólo una, pero no tomas nada más.
Para evitar que uno diga que ya no puede más, si detectamos que no está el horno para bollos, nos podemos adelantar y servirle  una ración menor, para que se la acabe. Siempre es preferible poner menos y repetir, pero siempre terminar el plato. Es signo de fortaleza y de solidaridad.
A más de uno le habrá pasado sugerirle a su hijo que termine su comida acordándose de los niños pobres de África y que el hijo le conteste: ¡Pues llévales este plato! ¡Yo se lo doy!

miércoles, 9 de febrero de 2011

Mamá ¡Sí! ¡Ahora voy!

¿Qué pensaríamos si nuestro hijo obedeciese en un tiempo estimado, sólo de segundos, a todas las órdenes que le damos a lo largo de un día? Algunos pensaríamos que se ha vuelto loco, otros que tenemos un ángel en casa, otros ¿que me querrá pedir?
Por el contrario si nuestro hijo no obedeciese nunca, y ese ¡Sí! ¡Ya voy!, expresado con verdadera convicción, se dilatase en el tiempo eternamente, nos plantearímos que tenemos un problema muy serio: nuestro hijo no tiene el hábito de obedecer.
La obediencia es un hábito que debe conseguirse antes de los cinco años. Si no lo hemos logrado, todavía estamos a tiempo, pero el esfuerzo será mayor.
Mandar bien y con acierto es díficil y muchas veces nos olvidamos de que obedecer, y con diligencia, cuesta mucho más. Para mandar bien hay que cuidar la forma, el momento, la oportunidad, la firmeza, el carácter de nuestro hijo y la conveniencia de la orden que vamos a dar.
Hay cosas que no debemos corregir al instante si acabamos de corregir otra, ni dar demasiadas órdenes a la vez, porque el niño desconecta. Otras veces, el padre o la madre, nos afanamos en reforzar la orden que ya ha dado uno, y muchas veces sólo conseguimos que nuestro hijo perciba que tiene, ya no sólo uno, sino dos legisladores enfrente de él.  El que de la orden que de la cara hasta el final.
 Lo mejor es hacerles llegar mensajes cortos, mirándoles a la cara y siempre añadiendo un "por favor". Si de paso añadimos un "mi rey" o "mi reina" ya estamos premiando la acción.
Si cada vez que nuestro hijo obedece a la primera, se lo reconocemos y le decimos, ¡gracias por haber sido tan obediente! ¡estamos muy contentos!, le estamos predisponiendo positivamente para que en la siguiente orden vuelva a obedecer.
Nos podríamos poner como objetivo descubrir, al menos, una vez al día a nuestro hijo obedeciendo a la primera y felicitarlo. De esta manera conseguimos un doble efecto, la virtud, y la satisfacción de nuestro hijo por haber cumplido con su deber.

lunes, 7 de febrero de 2011

Mamá, ¿me escuchas?



Sabemos que una buena comunicación con nuestros hijos debería ir acompañada de cariño, sinceridad y tranquilidad. En psicología se dice que en una buena conversación con los pacientes lo primero es escuchar, después escuchar, y al final preguntar para seguir escuchando.
Nuestro hijos, muchas veces, eligen los momentos más inoportunos para nosotros, para comunicarse. Por otro lado, nos ha tocado vivir en un momento dónde nos falta tiempo para todo. Pero quizás la oportunidad de escuchar a nuestros hijos no la deberíamos dejar pasar por alto.
El coche, apagando la radio, o el dvd, el ir caminando por la calle, las comidas o las cenas compartidas, son buenos momentos para conversar. Si nuestro hijo está de NO, que a veces suele ocurrir, le puede animar a abrirse contarle cosas nuestras.
Siempre es bueno alargar las conversaciones, no cortarlas bruscamente por un motivo poco importante. Lo mejor para que nuestro hijo nos escuche es escucharle nosotros primero.
De esta manera, a pesar de que sean pequeños, adquieren el hábito, y ven algo natural y normal el hablar con sus padres. Así estamos educando en futuro.
Y cuando se suelten y nos cuenten cosas que no nos gusten, nunca elevar el tono, ni enfrentarnos a ellos, sino aprovechar el momento para colocar aquello que sea oportuno.
La confianza que se da a un hijo suele provocar un doble efecto: de manera inmediata un sentimiento de gratitud, porque nuestro hijo se ve beneficiado por un don. Y además,  la confianza tiene el efecto de favorecer la responsabilidad.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Mamá, ¿ya has puesto el cartel de cerrado?


¿Por qué en esos momentos, dónde uno ya considera que ha hecho todos lo esfuerzos posibles del día, su hijo le pide un vaso de agua, después de haber ingerido un litro en la cena?
¿Por qué cuando uno solo sueña con sentarse a cenar tranquilamente con su marido o su mujer, su hijo se acuerda de comunicar la cosa más importante que le ha sucedido en su vida?
 ¿Por qué después de una tarde que ha trancurrido tranquila, en la que uno incluso está satisfecho por haber cumplido con su deber, en cinco minutos, a última hora, se va todo al traste?
Pues porque cómo dice una amiga mía hay que saber colocar el cartel de CERRADO. Así de sencillo. Cada cosa tiene su momento. Los límites, horarios y tiempos los decidimos los padres.
Si hoy no le doy agua en la cama, mañana, o bien se acordará de beberla antes o simplemente no me la pedirá. Si la agenda no me la enseñó en el momento oportuno, ese día va sin firmar, y mañana ya no ocurrirá.
Con nuestros hijos los precedentes funcionan tanto para bien como para mal.
 El que tengan un horario de acostarse , o de apagar la luz determinado previamente contribuye a la paz familiar. Cuando las cosas suceden a deshoras nuestros hijos pueden llegar a sacar lo peor de nosotros. Y no es lo más recomendable.Los padres tenemos nuestro momento, y ellos su descanso.
 Y es bueno para un futuro, que la hora de retirada siempre obedezaca a un criterio según la edad, y no a la duración de un programa de televisión, a unos deberes inacabados...
Así que ¡adelante!, a partir de la hora convenida, a colocar el cartel de CERRADO, y dedicar un tiempo para nosotros, qué no viene nada mal.