lunes, 14 de febrero de 2011

Mamá, ¡no me gusta!

Nuestros hijos desde los 2 años pueden ir probando los distintos tipos de comida para conocer los distintos sabores que nos ofrece la alimentación. Los pediatras afirman que entre los 4 y 5 años los niños deben estar acostumbrados a comer de todo.
El colegio no es el encargado de enseñar a comer a nuestros hijos. Tanto desde el punto de vista de una alimentación variada, como de los modales, no podemos delegar esta tarea a la escuela. Eso no significa que no podamos exigir en nuestros colegios una dieta equilibrada y el cumplimiento de determinadas normas de educación a la hora de comer.
Analizando esta cuestión nos damos cuenta de que la hora de comer puede ser una gran escuela dónde se pueden practicar muchas virtudes: orden, limpieza, fortaleza, sobriedad, obediencia..
Las comidas con nuestros hijos deben estar presididas por la tranquilidad y la calma. Muchas veces con áfan de liquidarlos, y que se quiten del medio, hacemos que nuestros hijos coman demasiado rápido, sin dar pie a la conversación, y sólo nos fijamos en sí está bien sentado, o si coge bien el tenedor.
Es verdad que a los padres nos genera mucha tensión que un hijo no coma. Los motivos pueden ser varios, aquí solo vamos a analizar los que responden a criterios educativos y no médicos.
Nuestro hijo puede no querer comer porque ha comido entre horas, porque no le gusta, o simplemente porque quiere llamar nuestra atención.
Para evitar el "no me gusta" o el "no puedo más" hay padres que utilizan diversas fórmulas que les funcionan.
Cuando introducimos un alimento nuevo que sea muy poco a poco, incluso por unidad. Si empieza a tomar fresas, que comience por una. En el caso de que no le guste, que siga tomando una, cuando estén previstas en el menú familiar . Es mejor eso que no tomarlas, y nunca sustituirlas por otro tipo de postre. No te gustan, pues tomas sólo una, pero no tomas nada más.
Para evitar que uno diga que ya no puede más, si detectamos que no está el horno para bollos, nos podemos adelantar y servirle  una ración menor, para que se la acabe. Siempre es preferible poner menos y repetir, pero siempre terminar el plato. Es signo de fortaleza y de solidaridad.
A más de uno le habrá pasado sugerirle a su hijo que termine su comida acordándose de los niños pobres de África y que el hijo le conteste: ¡Pues llévales este plato! ¡Yo se lo doy!

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