viernes, 18 de marzo de 2011

Mamá, ¡no puedo!

La autoestima es el motor que mueve a nuestros hijos a hacer el bien. Querer a nuestros hijos es querer su libertad. Pero exponerse a la libertad de nuestros hijos también supone correr un riesgo que hay que asumir.  Nuestros hijos no son perfectos, ni lo serán. Hay que enseñarles a conocerse a sí mismos, sus virtudes y sus defectos, sin que éstos últimos causen sentimientos de fracaso o baja autoestima. Lo importante es que interioricen que hay cosas que les saldrán solas y otras que les costarán esfuerzo superarlas, pero lo importante es que pueden. Y pueden porque sus padres les quieren y confían en ellos.
 Confiar significa tener fe, dar crédito a alguién, considerarle capaz de verdad. Debemos de ser capaces de transmitir a nuestros hijos la capacidad de hacer el bien por propio convencimiento. Es posible querer a una persona con sus defectos pero no por sus defectos. El amor desea el bien de la persona, y quién ama pretende que el otro luche contra sus deficiencias y sueña con ayudarle a corregirlas.
Nuestros hijos pueden observar esto con nuestra ayuda. Por ejemplo, podemos tener un hijo ordenado y limpio, al que no le cuesta esfuerzo poner cada cosa en su sitio, o limpiarse la boca cuando esta sucia. En cambio, puede costarle un gran esfuerzo saludar y ser cariñoso con los que le rodean. A este hijo hay que hacerle ver cómo tiene ya una virtud consolidada que sólo tiene que mantener, y cómo va a tener que esforzarse en  conseguir otra. Pero lo importante es que él puede.
Una cosa es que "los padres acepten a sus hijos", y otra muy diferente es que "los hijos se encuentren acepatados". Para ello deberíamos desterrar de nuestra comunicación verbal todas las frases que generan sentimientos negativos y adverbios como siempre o nunca.
Frases cómo las siguientes conseguirán el efecto buscado. Si mis padres me dicen "Muy bien, yo sé que lo harás", me están transmitiendo que soy capaz.
 "Estoy orgullosos de ti" genera en ellos satisfacción.
"Noto que cada día eres mejor", produce en nuestros hijos ganas de serlo.
"Te felicito por lo que has hecho", despierta alegría y ganas de mejorar.
Al decir "Gracias por ser tan bueno", además de sentirse premiados y aceptados, consigue que ellos mismos rechacen el agradecimiento porque piensan que no les corresponde, que era su deber, y por lo tanto se hacen más responsables.
 "Sabes que te quiero mucho" manifiesta nuestro amor, y hay que decirlo, en cualquier edad, aunque a veces nos cueste, o no encontremos el momento.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Mamá: ¡Me aburro!

El juego forma parte del aprendizaje y socialización de nuestros hijos. Por eso es bueno en determinadas edades perder el tiempo jugando con ellos. No necesitan muchos juguetes sino compañeros de juegos. El proceso que conduce a saber trabajar tiene su comienzo natural en saber jugar. Aprenden a ganar y a perder, a someterse a reglas, que ellos mismos exigen, aprenden a comportarse, a ser generosos, responsables, ordenados. A través del juego adquieren hábitos que son indispensables para estudiar y trabajar.
Tenemos que evitar que jueguen a tres juegos o con tres juguetes a la vez, puesto que de esta manera no aprenden a centrar la atención, algo muy importante para su desarrollo. También es bueno, en ocasiones, dejarles jugar con objetos que propiamente no son juguetes, pero que desarrollan su imaginación y creatividad: por ejemplo el cartón del rollo de papel higiénico muchos lo convierten  en prismáticos, otros en instrumento musical, incluso algunos lo utilizan para hacer alguna manualidad.
Pero no nos engañemos. Muchas veces a los padres nos cuesta dejar jugar a nuestros hijos, porque desordenan, ponen en riesgo nuestra casa, se manchan, se pelean, los juguetes se rompen...Eso no significa que nuestra casa se convierta en un chiqui park, donde los sofás sirvan para saltar, nuestra ropa sirva para disfrazarse o los utensilios de cocina se usen como instrumentos musicales.
Cuando nuestros hijos tienen tiempo libre los padres debemos aumentar nuestras aportaciones.
Jugar con ellos no es comprarles juguetes, sino llenar los tiempos libres de tiempo útil , esforzado y alegre. Esto tampoco significa que tengamos que convertirnos en animadores socio-culturales. Nuestros hijos, con el tiempo, deben ir aprendiendo a jugar solos.
Los fines de semana es bueno programarlos. Hay que hacerlos amenos y divertidos, es la mejor opción para vivir en familia y conocer a nuestros hijos.
El hijo desocupado se maleduca. El "no saber que hacer" es muy peligroso. Tiene repercusiones en el hábito de estudio, en la formación de su carácter, y en la adaptación al ambiente.
Según la Declaración de los derechos del Niño, adoptada en la Asamblea General de la ONU, "el juego es un derecho del niño".Como leía hace poco, "todo lo que no está prohibido se empieza a convertir  en obligatorio".
Y cuando digan -¡ me aburro! siempre les podremos decir:
-¡Cómprate un burro!