martes, 31 de mayo de 2011

Mama, ¿Que hacemos en vacaciones?



Se acercan las vacaciones estivales. Empezamos a organizar en nuestras cabezas como ocupar el tiempo de nuestros hijos en verano. Hacemos reservas en campamentos, colonias y cursos de verano. Queremos que no estén ociosos y que aprovechen las vacaciones para desarrollar otros talentos. Idiomas, deportes, granjas-escuelas, aventura, voluntariado.
Todas estás iniciativas pueden resultar una solución óptima para muchas familias. Pero no debemos olvidar que en la playa, en la montaña o incluso en la piscina se puede practicar deporte, enfrentarte a aventuras apasionantes e incluso desarrollar nuevas amistades, que  te pueden llegar a permitir practicar algún idioma. El verano hay que planearlo, pero sin estres. Es bueno que nuestros hijos tengan un horario, pero también hay que saber adaptarlo sobre la marcha.
Es el momento donde los hijos deben ver relajados a los padres, cuando uno está legitimado para salirse de lo habitual, incluso saltarse la norma. Es cuando nos ven reir, bailar, cantar, brinacar...Son momentos, que muchas veces nos resultan difíciles, porque de repente convivimos durante 24 horas la familia al completo, pero hay que aprovecharlos mucho porque muchas veces viviremos de las rentas de ese  disfrute estival. 

miércoles, 25 de mayo de 2011

Mamá, ¡No me da la gana!

Las pataletas son propias de los dos años, pero quizás en algunos de nuestros hijos se dilatan en el tiempo tanto como la edad del pavo, hoy conocida como adolescencia, de la que más de uno en edad de merecer aun no ha visto la luz al final del túnel.

Estos arranques de genio y lloro suelen ocurrir en el momento menos oportuno, en público, y dónde los padres, si no mantenemos la calma, podemos llegar a sacar lo peor.

Las pataletas comienzan cuando el niño esta creciendo y necesita reafirmar su identidad. No dejan de ser una manera de llamar la atención de nuestros hijos. Parece que tienen las cosas muy claras y quieren marcar su territorio. Simplemente están creciendo y definiendo su carácter.

Si las condiciones lo permiten lo mejor es aislar al que esta pataleando. El mostrar ignorancia, el no alterar el tono ni la mueca de la cara hace perder fuerza y duración al protagonista. Si estamos en casa abandonarlo durante unos minutos en la habitación en la que se encuentre continuando con nuestra actividad normal. Al cabo de un tiempo aparecemos haciendo mención a cualquier cosa que no tenga nada que ver con el motivo de la pataleta, como si nada hubiera pasado.

Si sucede en el exterior, por ejemplo en un centro comercial, es más complicado porque no lo vas a dejar tirado en la escalera mecánica, pero si que nos podemos apartar a un lugar más escondido y allí dejar que se calme sin entrar al trapo. No debemos caer en la tentación de razonar una pataleta porque siempre responde a algo improvisado y caprichoso.

Cuando nuestro hijo esté ya calmado siempre es bueno recogerlo afectivamente. Con esto no mostramos una rendición, puesto que no puede existir batalla entre desiguales, sino que nosotros queriéndole estamos por encima de sus deseos y caprichos.










martes, 10 de mayo de 2011

Mamá, ¿Por qué somos distintos?

Hoy en día, a veces, podemos tener la sensación de ir contracorriente. Queremos enseñar a nuestros hijos a ser felices y sabemos que con la felicidad nadie se topa a la vuelta de la esquina. Las personas no nacemos felices o infelices, sino que aprendemos a ser lo uno o lo otro.
Muchas veces, los padres centramos la educación de nuestros hijos en los conocimientos, idiomas, habilidades musicales o deportivas.  Los atiborramos a actividades extraescolares y luego nos olvidamos hacer de ellos personas con carácter y personalidad.
Cuando nuestros hijos empiezan a tener criterio sienten orgullo de las cosas que les hacen diferentes a los demás y lo asumen como algo propio de su casa, de su estilo familiar. El no ver determinada serie, el ver la televisión un tiempo o día determinado,  el desayunar fruta, o el tener siempre la misma hora de acostarse...
Ellos defienden estas u otras posturas que viven en su familia ante sus iguales con verdadera pasión. Y a veces sus iguales son sus primos o los hijos de nuestros amigos, a los que queremos mucho, lo que no implica que compartamos siempre el mismo estilo educativo.
Cada familia es única e irrepetible, así la hacen cada uno de sus miembros. Es bueno mantener nuestras peculiaridades aprendiendo de las demás familias aquello que nos gusta y nos puede hacer mejores. Siempre manteniendo nuestro adn, y reconociendo lo mejor de cada uno de los miembros que la forman.
Los americanos dicen: family, first!Y eso significa que, aun cuando todos y cada uno van construyendo su personalidad y su singularidad, la familia está siempre en primerísimo lugar.

lunes, 2 de mayo de 2011

¡Mamá, yo me ofrezco voluntario!

Muchas veces nos puede parecer que hacemos excesivas peticiones a nuestros hijos. Que si por favor tráeme esto, que si por favor llévame aquello. En una sola jornada podemos repetir esto con mucha frecuencia. Y no pasa nada.
El riesgo que podemos correr es que, en caso de que tengamos más de un hijo,  siempre se lo pidamos al mismo. "El mismo" suele cubrir un perfil: lo hace a la primera, sin protestar y lleva a término el encargo realizado.
¿Qué pasa con los que no son tan efectivos, con los que de verdad se asume un riesgo y probablemente acabemos interviniendo? Pues que también hay que dejarles hacer, quizás escogiendo un día dónde vayamos cargados de paciencia, en el que estemos dispuestos, en primer lugar, a hacer la vista gorda en los fallos que cometa y después a alabarle algo, por pequeño que sea.
Asumir encargos, realizar cometidos, responder a los favores que solicitan los padres favorecen la responsabilidad y la generosidad. Una vez más tenemos la opción de ir por delante y, puntualmente hacer favores a nuestros hijos en cosas que solo les correspondería hacer a ellos.
El espíritu de servicio es algo que sólo se aprende en casa. Tenemos que darle valor y no ver como un acto de servilismo o de humillación que un hermano prepare la merienda de otro. Los encargos colectivos lo favorecen, siempre que existan otros individuales. Por ejemplo preparar el uniforme, la merienda, la mochila "mía y  de mis hermanos".
A medida que van creciendo tenemos que dejarles ayudar. A veces por un exceso de protección, otras porque no queremos que se distraigan de sus obligaciones, hacemos todo los padres. Y así solo creamos inútiles cargados de obligaciones y aficiones a los que no les arde el culo en la silla cuando ven a sus padres o mayores hacer cosas que ellos también saben y pueden hacer.
Y siempre podemos recurrir a la pregunta: ¿Algún voluntario? ¡Nos llevaremos sorpresas! Y si siempre es el mismo:¡propongámonos no abusar de su generosidad!